Toreó Jesulín de Ubrique. De Ubrique, que es su pueblo. Y de pueblo estuvo. Buscaba rápidamente los tendidos de sol, risueño, restando importancia a lo que pasaba en el ruedo, pero con dos trasteos insustanciales.
El primero, castaño, media algo más que el negrito, y embestía algo más por dentro, pero el negro fue un buen novillo.
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