Desde el final de Triana, barrio de León, viene la gente de los Garduño. Costeros e izquierdos acompañan la solemne conversación. Cristo escucha y calla, ¿acaso eres tú el Hijo de Dios?, para que responder, si ya lo has dicho tu.
"Mi Cristo para Sevilla" dijo Luis Ortega Bru, pero se olvidó de su "Caifás para Sevilla", que puede ser la mejor imagen secundaria (he dicho solo "que puede ser").
Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás,
donde se habían reunido los escribas y los ancianos.
Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote;
entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús
para poder condenarlo a muerte;
pero no lo encontraron,
a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos.
Finalmente, se presentaron dos que declararon:
"Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días".
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
"¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?"Pero Jesús callaba.
El Sumo Sacerdote insistió:
"Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
Jesús le respondió: "Tú lo has dicho.
Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
"Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes acaban de oír la blasfemia.
¿Qué les parece?" Ellos respondieron: "Merece la muerte".
Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon.
Otros lo golpeaban, diciéndole: "Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó".
Mateo 26, 57-68
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